sábado, 4 de junio de 2016

ENSEÑANDO LA SANA DOCTRINA.

 El antiguo profeta Fred L. Volz ofrece una respuesta profunda, reflexionando sobre sus propias experiencias en el movimiento carismático. Me di cuenta de que la gran mayoría de las «profecías» realizadas por estos «profetas» eran muy similares entre sí en cuanto a que siempre predecían vagamente grandes bendiciones y oportunidades futuras de fortuna y éxito. De esta manera, cuando llega la próxima «profecía» positiva de fortuna y éxito, es considerada como una confirmación de la anterior, y así sucesivamente, hasta que algún día puede llegar a ocurrir. A veces una profecía va acompañada de alguna información sobre el pasado o el presente de la persona, tal como: «Hay alguien en su familia que está luchando con el alcohol o las drogas» o «Te encanta la música» (¡Vaya! ¿Cuáles son las probabilidades?). Un estudio cuidadoso de las Escrituras, poniendo a prueba la profecía con la Palabra de Dios, combinado con preguntas al pastor, revela todo esto como lo que realmente es: una falsificación. 27 Los profetas carismáticos no son muy diferentes de los psíquicos de ferias y los lectores de la palma de la mano. Sin embargo, en algunos casos puede estar presente una fuente más oscura. Volz sigue comparando las profecías carismáticas con las predicciones satánicas hechas por los profetas de la Nueva Era. Sus palabras aleccionadoras deben infundir miedo en los corazones de todo aquel que juega con esta forma de fuego extraño. No creo que Satanás conozca con precisión el futuro. Si lo hiciera, los falsos profetas serían mucho más precisos. Por ejemplo, hubo personas que eran obviamente falsos profetas de la variedad de la «Nueva Era», que «profetizaron» el ataque al Centro Mundial de Comercio el 11 de septiembre 2001 varios meses antes de que ocurriera […] Según los expertos militares, el ataque llevó años de preparación. Satanás sabía todos los detalles del plan desde su creación. Es por eso que parece asombrosa la exactitud de los falsos profetas. Satanás ha estudiado el comportamiento humano durante seis mil años y tiene legiones de ángeles y demonios que actúan como sus ojos y oídos en todos nuestros asuntos. Sin embargo, aun así, con toda su sabiduría, no puede ver con precisión el futuro. Él simplemente acierta algunas veces.  No obstante, la verdadera profecía no viene a la mente por intuición psíquica o el misticismo de la Nueva Era y no se discierne por conjeturas. «Nunca ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque la profecía no fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios  hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo» (2 Pedro 1.20–21). Los que equiparan sus propias impresiones personales, la imaginación y la intuición con la revelación divina se equivocan mucho. El problema se acentúa en gran medida por la práctica carismática común de permitir a sabiendas a alguien que ha profetizado falsamente continuar reclamando que él o ella hablan por Dios. Para decirlo de la manera más sencilla y clara posible, este enfoque de la «profecía» es el tipo más grosero de herejía, ya que le atribuye a Dios lo que no vino de él. Al catalogar las profecías falibles como legítimas, los carismáticos le abren la puerta al ataque satánico y engaño, colocando a su movimiento en la misma categoría de sectas como los adventistas del séptimo día, los mormones y los testigos de Jehová. La profecía errada es uno de los rasgos más evidentes de una secta no cristiana o una religión falsa. William Miller y Ellen G. White, los fundadores de los adventistas del séptimo día, falsamente profetizaron que Jesús regresaría en 1843. Cuando la predicción falló, cambiaron la fecha a 1844. Cuando sus cálculos demostraron una vez más el error, insistieron en que la fecha no estaba equivocada. Al contrario, según ellos, debía haber un error en el acontecimiento que asociaron a la fecha. Así que inventaron una nueva doctrina, afirmando que Cristo entró en su santuario celestial en 1844 para iniciar una segunda obra de expiación (en franca contradicción con Hebreos 9.12 y una serie de pasajes del Nuevo Testamento). El patriarca mormón Joseph Smith profetizó similarmente que Jesús iba a regresar antes del año 1891. Otras predicciones falsas incluyen la profecía de Smith de que todas las naciones estarían involucradas en la guerra civil estadounidense; que un templo se construiría en Independence, Missouri (este templo nunca se edificó); y que el «apóstol» mormón David W. Patten participaría en una misión en la primavera de 1839. (Patten fue asesinado a tiros el 25 de octubre de 1838, anulando así su capacidad de hacer algo en 1839.) A lo largo de sus cien años de historia, la Sociedad Atalaya ha profetizado incorrectamente el regreso de Cristo muchas veces, comenzando en 1914 e incluyendo predicciones posteriores en 1915, 1925, 1935, 1951, 1975, 1986 y 2000. En la actualidad, los testigos de Jehová esperan que el fin del mundo ocurra en el 2033, ya que esto tendrá lugar ciento veinte años después de la predicción original de 1914. De la misma manera que Noé construyó el arca durante ciento veinte años, los seguidores de la Sociedad Atalaya están convencidos de que el juicio de Dios caerá sobre la tierra después que hayan transcurrido doce décadas desde el inicio de la Primera Guerra Mundial. Podemos reírnos de la locura de tales predicciones y ciertamente debemos utilizar esas inexactitudes flagrantes como una defensa contra las falsas enseñanzas de estos grupos. Sin embargo, podríamos preguntarnos, ¿en qué son diferentes estas falsas predicciones a los errores absurdos que impregnan las profecías carismáticas? Desde la perspectiva de alguien de afuera, no hay una distinción definitiva. Si las falsas predicciones se pueden utilizar para demostrar la falsedad de estas sectas, lo mismo debe ser verdad de la profecía carismática moderna. Exponer los errores no significa actuar sin amor, sino ser bíblico, lo que nos lleva de vuelta al estándar establecido en Deuteronomio 18. El oficio de profeta exige una precisión del ciento por ciento. Desde el momento en que declararon nueva revelación de Dios a la iglesia, los profetas del Nuevo Testamento se ajustaron a ese estándar. Sin duda, el anuncio y la exposición de la palabra profética (2 Pedro 1.19) continúan hoy a través de la predicación y la enseñanza fieles. Así como los profetas bíblicos han exhortado y advertido a la gente para que escuche la revelación divina, del mismo modo los predicadores dotados a través de toda la historia de la iglesia hasta el día de hoy han animado con pasión a sus congregaciones a prestarle atención a la Palabra del Señor. La diferencia clave es que, mientras que los profetas bíblicos recibieron nueva revelación directa del Espíritu de Dios, los predicadores contemporáneos son llamados a proclamar solo lo que el Espíritu de Dios ha revelado en su Palabra inspirada (cp. 2 Timoteo 4.2). Por lo tanto, solo es posible que alguien sea legítimo al decir: «Así dice el Señor…» si las palabras que siguen provienen directamente del texto bíblico. Cualquier otra cosa es blasfema presunción y ciertamente no es profecía. En esencia, el enfoque carismático en cuanto a recibir nueva revelación es lo que hace que su visión de la profecía resulte tan peligrosa. No obstante, la Biblia es clara: la entrega de nueva revelación a través de los profetas vivos en la era del Nuevo Testamento estaba destinada solo a la edad de la fundación de la iglesia. Como Pablo declaró definitivamente en Efesios 2.20, la iglesia fue edificada «sobre el fundamento de los apóstoles y profetas». El hecho de que los profetas que Pablo describe en este versículo son los profetas del Nuevo Testamento se evidencia en el resto de Efesios, donde los profetas del Nuevo Testamento se encuentran delineados en Efesios 3.5 y 4.11. Los carismáticos fallan en lo que respecta a considerar seriamente la forma desvergonzada en que deshonran a Dios y su Palabra cuando afirman haber recibido una revelación del Señor que él no ha dado realmente, declarando palabras proféticas que están llenas de errores y corrupción. Cuando Dios habla, su palabra es siempre perfecta, verdadera e infalible. ¡Después de todo, Dios no puede mentir (Tito 1.2)! Y los que hablan palabras mentirosas en su nombre se someten a su juicio. La verdad es el alma del cristianismo. Por lo tanto, la falsa profecía (y la falsa doctrina que la acompaña) representa la mayor amenaza a la pureza de la iglesia. El movimiento carismático proporciona falsos profetas y falsos maestros, un punto de ataque desguarnecido contra la iglesia. Más que eso, el movimiento les da la bienvenida a los que proliferan en el error de su propia imaginación, invitándolos a entrar con los brazos abiertos y afirmando su pecado con un  cordial amén. Sin embargo, los profetas del movimiento carismático no son verdaderos profetas. ¿Qué son entonces? La respuesta a esta pregunta hace que este capítulo describa un círculo completo, volviendo al punto donde comenzamos. Según 2 Pedro y Judas, son pozos secos, árboles sin fruto, olas embravecidas, estrellas errantes, bestias brutas, manchas horribles, perros que comen sus propios vómitos, cerdos amantes de barro y lobos voraces.

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