El antiguo profeta Fred L. Volz ofrece una
respuesta profunda, reflexionando sobre sus propias experiencias en el
movimiento carismático. Me di cuenta de que la gran mayoría de las «profecías»
realizadas por estos «profetas» eran muy similares entre sí en cuanto a que
siempre predecían vagamente grandes bendiciones y oportunidades futuras de
fortuna y éxito. De esta manera, cuando llega la próxima «profecía» positiva de
fortuna y éxito, es considerada como una confirmación de la anterior, y así
sucesivamente, hasta que algún día puede llegar a ocurrir. A veces una profecía
va acompañada de alguna información sobre el pasado o el presente de la
persona, tal como: «Hay alguien en su familia que está luchando con el alcohol
o las drogas» o «Te encanta la música» (¡Vaya! ¿Cuáles son las probabilidades?).
Un estudio cuidadoso de las Escrituras, poniendo a prueba la profecía con la
Palabra de Dios, combinado con preguntas al pastor, revela todo esto como lo
que realmente es: una falsificación. 27 Los profetas carismáticos no son muy
diferentes de los psíquicos de ferias y los lectores de la palma de la mano.
Sin embargo, en algunos casos puede estar presente una fuente más oscura. Volz
sigue comparando las profecías carismáticas con las predicciones satánicas
hechas por los profetas de la Nueva Era. Sus palabras aleccionadoras deben
infundir miedo en los corazones de todo aquel que juega con esta forma de fuego
extraño. No creo que Satanás conozca con precisión el futuro. Si lo hiciera,
los falsos profetas serían mucho más precisos. Por ejemplo, hubo personas que
eran obviamente falsos profetas de la variedad de la «Nueva Era», que
«profetizaron» el ataque al Centro Mundial de Comercio el 11 de septiembre 2001
varios meses antes de que ocurriera […] Según los expertos militares, el ataque
llevó años de preparación. Satanás sabía todos los detalles del plan desde su
creación. Es por eso que parece asombrosa la exactitud de los falsos profetas.
Satanás ha estudiado el comportamiento humano durante seis mil años y tiene
legiones de ángeles y demonios que actúan como sus ojos y oídos en todos
nuestros asuntos. Sin embargo, aun así, con toda su sabiduría, no puede ver con
precisión el futuro. Él simplemente acierta algunas veces. No obstante, la verdadera profecía no viene a
la mente por intuición psíquica o el misticismo de la Nueva Era y no se
discierne por conjeturas. «Nunca ninguna profecía de la Escritura es de
interpretación privada, porque la profecía no fue traída por voluntad humana,
sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu
Santo» (2 Pedro 1.20–21). Los que equiparan sus propias impresiones personales,
la imaginación y la intuición con la revelación divina se equivocan mucho. El
problema se acentúa en gran medida por la práctica carismática común de permitir
a sabiendas a alguien que ha profetizado falsamente continuar reclamando que él
o ella hablan por Dios. Para decirlo de la manera más sencilla y clara posible,
este enfoque de la «profecía» es el tipo más grosero de herejía, ya que le
atribuye a Dios lo que no vino de él. Al catalogar las profecías falibles como
legítimas, los carismáticos le abren la puerta al ataque satánico y engaño,
colocando a su movimiento en la misma categoría de sectas como los adventistas
del séptimo día, los mormones y los testigos de Jehová. La profecía errada es
uno de los rasgos más evidentes de una secta no cristiana o una religión falsa.
William Miller y Ellen G. White, los fundadores de los adventistas del séptimo
día, falsamente profetizaron que Jesús regresaría en 1843. Cuando la predicción
falló, cambiaron la fecha a 1844. Cuando sus cálculos demostraron una vez más
el error, insistieron en que la fecha no estaba equivocada. Al contrario, según
ellos, debía haber un error en el acontecimiento que asociaron a la fecha. Así
que inventaron una nueva doctrina, afirmando que Cristo entró en su santuario
celestial en 1844 para iniciar una segunda obra de expiación (en franca
contradicción con Hebreos 9.12 y una serie de pasajes del Nuevo Testamento). El
patriarca mormón Joseph Smith profetizó similarmente que Jesús iba a regresar
antes del año 1891. Otras predicciones falsas incluyen la profecía de Smith de
que todas las naciones estarían involucradas en la guerra civil estadounidense;
que un templo se construiría en Independence, Missouri (este templo nunca se
edificó); y que el «apóstol» mormón David W. Patten participaría en una misión
en la primavera de 1839. (Patten fue asesinado a tiros el 25 de octubre de
1838, anulando así su capacidad de hacer algo en 1839.) A lo largo de sus cien
años de historia, la Sociedad Atalaya ha profetizado incorrectamente el regreso
de Cristo muchas veces, comenzando en 1914 e incluyendo predicciones
posteriores en 1915, 1925, 1935, 1951, 1975, 1986 y 2000. En la actualidad, los
testigos de Jehová esperan que el fin del mundo ocurra en el 2033, ya que esto
tendrá lugar ciento veinte años después de la predicción original de 1914. De
la misma manera que Noé construyó el arca durante ciento veinte años, los
seguidores de la Sociedad Atalaya están convencidos de que el juicio de Dios
caerá sobre la tierra después que hayan transcurrido doce décadas desde el
inicio de la Primera Guerra Mundial. Podemos reírnos de la locura de tales
predicciones y ciertamente debemos utilizar esas inexactitudes flagrantes como
una defensa contra las falsas enseñanzas de estos grupos. Sin embargo,
podríamos preguntarnos, ¿en qué son diferentes estas falsas predicciones a los
errores absurdos que impregnan las profecías carismáticas? Desde la perspectiva
de alguien de afuera, no hay una distinción definitiva. Si las falsas
predicciones se pueden utilizar para demostrar la falsedad de estas sectas, lo
mismo debe ser verdad de la profecía carismática moderna. Exponer los errores
no significa actuar sin amor, sino ser bíblico, lo que nos lleva de vuelta al
estándar establecido en Deuteronomio 18. El oficio de profeta exige una
precisión del ciento por ciento. Desde el momento en que declararon nueva
revelación de Dios a la iglesia, los profetas del Nuevo Testamento se ajustaron
a ese estándar. Sin duda, el anuncio y la exposición de la palabra profética (2
Pedro 1.19) continúan hoy a través de la predicación y la enseñanza fieles. Así
como los profetas bíblicos han exhortado y advertido a la gente para que
escuche la revelación divina, del mismo modo los predicadores dotados a través
de toda la historia de la iglesia hasta el día de hoy han animado con pasión a
sus congregaciones a prestarle atención a la Palabra del Señor. La diferencia
clave es que, mientras que los profetas bíblicos recibieron nueva revelación
directa del Espíritu de Dios, los predicadores contemporáneos son llamados a
proclamar solo lo que el Espíritu de Dios ha revelado en su Palabra inspirada
(cp. 2 Timoteo 4.2). Por lo tanto, solo es posible que alguien sea legítimo al
decir: «Así dice el Señor…» si las palabras que siguen provienen directamente
del texto bíblico. Cualquier otra cosa es blasfema presunción y ciertamente no
es profecía. En esencia, el enfoque carismático en cuanto a recibir nueva revelación
es lo que hace que su visión de la profecía resulte tan peligrosa. No obstante,
la Biblia es clara: la entrega de nueva revelación a través de los profetas
vivos en la era del Nuevo Testamento estaba destinada solo a la edad de la
fundación de la iglesia. Como Pablo declaró definitivamente en Efesios 2.20, la
iglesia fue edificada «sobre el fundamento de los apóstoles y profetas». El
hecho de que los profetas que Pablo describe en este versículo son los profetas
del Nuevo Testamento se evidencia en el resto de Efesios, donde los profetas
del Nuevo Testamento se encuentran delineados en Efesios 3.5 y 4.11. Los
carismáticos fallan en lo que respecta a considerar seriamente la forma
desvergonzada en que deshonran a Dios y su Palabra cuando afirman haber recibido
una revelación del Señor que él no ha dado realmente, declarando palabras
proféticas que están llenas de errores y corrupción. Cuando Dios habla, su
palabra es siempre perfecta, verdadera e infalible. ¡Después de todo, Dios no
puede mentir (Tito 1.2)! Y los que hablan palabras mentirosas en su nombre se
someten a su juicio. La verdad es el alma del cristianismo. Por lo tanto, la
falsa profecía (y la falsa doctrina que la acompaña) representa la mayor
amenaza a la pureza de la iglesia. El movimiento carismático proporciona falsos
profetas y falsos maestros, un punto de ataque desguarnecido contra la iglesia.
Más que eso, el movimiento les da la bienvenida a los que proliferan en el
error de su propia imaginación, invitándolos a entrar con los brazos abiertos y
afirmando su pecado con un cordial amén.
Sin embargo, los profetas del movimiento carismático no son verdaderos
profetas. ¿Qué son entonces? La respuesta a esta pregunta hace que este
capítulo describa un círculo completo, volviendo al punto donde comenzamos.
Según 2 Pedro y Judas, son pozos secos, árboles sin fruto, olas embravecidas,
estrellas errantes, bestias brutas, manchas horribles, perros que comen sus
propios vómitos, cerdos amantes de barro y lobos voraces.
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