DIOS le
bendiga amado hno., conoce usted el origen del movimiento nuevo apostólico?
Oro para que
EL ESPIRITU SANTO abra sus oídos y ojos espirituales, y le de corazón
entendido, le de fuerzas para renunciar y denunciar este movimiento, producto
del reino de las tinieblas.
Primer
parte.
Si 1901 fue un gran año para
el movimiento carismático, el 2001 fue
potencialmente aun mayor. La primera fecha marca el comienzo del
movimiento
pentecostal moderno, cuando Agnes Ozman supuestamente habló en
lenguas
durante una reunión de oración en Topeka, Kansas. Sin embargo,
esta última
fecha, exactamente un siglo después de la primera, representa algo
mucho más
grande en las mentes de algunos líderes carismáticos que afirman
que el 2001
«marcó el comienzo de la Segunda Era Apostólica».1 Esta es la descripción
utilizada por C. Peter Wagner, misiólogo, autor popular y cronista
de los
acontecimientos recientes carismáticos. Él cree que a principios
del siglo
veintiuno se produjo un cambio trascendental en el plan redentor
de Dios.
Según Wagner: «Ahora estamos viendo ante nuestros ojos el cambio más
radical en la forma de hacer iglesia desde la Reforma protestante.
De hecho, creo
que podría exponer un argumento razonable de que en realidad puede
llegar a ser
un cambio más radical».2 Los albores del siglo veinte pueden haber señalado un
interés renovado en los dones milagrosos, pero el nuevo milenio
supuestamente
marcó el comienzo de algo aun más significativo: el regreso de los
apóstoles.3 En
palabras de Wagner, ahora hay «un amplio reconocimiento de que el
oficio del
apostolado no fue solo un fenómeno del primer par de siglos de la
historia de la
iglesia, sino que también está funcionando en el cuerpo de Cristo
hoy».4
Wagner le llama a esta afluencia moderna de liderazgo apostólico
la Nueva
Reforma Apostólica. Él define el movimiento de esta manera:
El nombre que he elegido para este movimiento es la Nueva Reforma
Apostólica. Uso la palabra «Reforma», porque como he dicho, creo
que
por lo menos iguala a la Reforma Protestante en su impacto global.
«Apostólica», porque el más radical de todos los cambios es el
reconocimiento generalizado del don y el oficio de apóstol en las
iglesias
de hoy, y «Nueva» para distinguir el movimiento de una serie de
denominaciones que utilizan la palabra «apostólico» en sus nombres
oficiales a pesar de que muestran patrones comunes de las iglesias
más
tradicionales, en vez de las nuevas.5
Después de haber decidido que todavía hay apóstoles en la iglesia
de hoy —
basándose en un puñado de modernas «profecías» y un consenso de
los
panelistas en el Simposio Nacional de 1996 sobre la iglesia
postdenominacional,
organizado por el Seminario Teológico Fuller— Wagner se ha
embarcado desde
entonces en la misión de ver que el oficio apostólico sea
plenamente aceptado por
la iglesia contemporánea. Él cree que en cada generación de la
historia de la
iglesia siempre ha habido individuos que poseían el don de
apostolado, pero
sostiene que solo recientemente fue posible «que una gran cantidad
de apóstoles
se desarrollara, en el 2001, el año que he optado designar como el
comienzo de la
Segunda Era Apostólica».6 Según Wagner, los
cristianos contemporáneos
«pueden comenzar a acercarse a la vitalidad espiritual y el poder
de la iglesia del
primer siglo solo si reconocemos, aceptamos, recibimos y
ministramos todos los
dones espirituales, incluyendo el don del apóstol».7
Históricamente, el nombre «apóstol Pedro» se ha reservado para un
solo
individuo. Simón Pedro, el líder reconocido de los doce discípulos,
cuyo
ministerio apostólico se ofrece en Hechos 1—12. Sin embargo, en la
Nueva
Reforma Apostólica, este nombre ha sido adoptado por nadie más que
el mismo
Peter Wagner.8 Wagner comenzó a reconocer su «apostolado» en
1995, cuando
dos profetisas declararon que había recibido una unción apostólica.
En 1998, su
llamado apostólico fue confirmado por una palabra profética en una
conferencia
en Dallas. Él narra las circunstancias un tanto extrañas que
rodean este caso:
Me hallaba sentado en la primera fila […] cuando de una u otra
manera
me encontré de rodillas en la plataforma con Jim Stevens de
Christian
Internacional, que se preparaba para profetizar sobre mí en público.
¡Todavía no sé cómo llegué allí! Levanté la vista y ahí estaba
Charles
Doolittle, uno de nuestros intercesores reconocidos, de pie junto
a mí.
¡Charles era oficial de la policía de Glendale, California, un
afroamericano musculoso y de casi dos metros de estatura, con un
aspecto agresivo en su rostro y que sostenía una enorme espada
como de
un metro por encima de mi cabeza! Rápidamente decidí que mejor me
portaba bien y escuchaba con atención [a] lo que Jim Stevens tenía
que
decir […] He considerado desde entonces que este momento fue mi
ordenación profética como apóstol.9
Poco tiempo después, y como prueba de su ordenación apostólica,
Wagner
afirma haber terminado con la enfermedad conocida como «el mal de
las vacas
locas» en Europa. En sus propias palabras:
Sabía que Dios quería que tomara la autoridad apostólica que me
había
dado y decretara de una vez por todas que la enfermedad de las
vacas
locas llegaría a su fin en Europa y el Reino Unido, lo cual hice […]
Esto
fue el 1 octubre de 2001. Un mes más tarde, un amigo mío me envió
un
artículo de un periódico de Inglaterra diciendo que la epidemia se
había
contenido y que el último caso de la enfermedad de las vacas locas
había
sido el 30 de septiembre de 2001, ¡el día antes del decreto apostólico!10
Dado su entusiasmo, Wagner al parecer no es consciente del hecho
de que la
enfermedad todavía existe en Europa, de forma que se registraron
sesenta y siete
casos positivos de vacas infectadas en el 2009 solamente.11 Si bien es cierto que
los esfuerzos de control agresivos por parte de los gobiernos
europeos han
frenado de modo significativo la epidemia de las vacas locas, la
idea de que la
declaración apostólica de Wagner terminó con la enfermedad es
evidentemente
falsa.
En el año 2000, Wagner comenzó a dirigir la recién formada Coalición
Internacional de Apóstoles con él como «apóstol presidente», un
cargo que
ocupó hasta el 2009, cuando cambió su título a «presidente apóstol
emérito».12
Según el historiador pentecostal Vinson Synan, cuando comenzó la
coalición,
«los nuevos apóstoles podían unirse y pagar sesenta y nueve dólares
al mes
como cuota de membresía».13 El mismo Synan fue invitado
por Wagner a unirse,
pero declinó. Como Synan explica: «No me considero apóstol, le
escribí que por
sesenta y nueve dólares al mes, “no podía darme el lujo de serlo”».14 Las tasas
de afiliación a finales del 2012 variaron ligeramente, dependiendo
del país de
residencia del apóstol. La tarifa base es de trescientos cincuenta
dólares para los
«apóstoles internacionales». El costo para los apóstoles que viven
en América del
Norte comienza en cuatrocientos cincuenta dólares por año, o
seiscientos
cincuenta para los apóstoles casados (lo que significa, al
parecer, un equipo de
marido y mujer, en el que ambos se consideran a sí mismos apóstoles).
Los
estadounidenses nativos («apóstoles de la primera nación») podrían
unirse por la
misma tarifa que un «apóstol internacional».15
En un intento por organizar el Nuevo Movimiento Apostólico, Wagner
delimita dos categorías principales de «apóstol», junto con varias
subcategorías.
Los «apóstoles verticales» sirven como líderes de los distintos
ministerios o redes
ministeriales, mientras que los «apóstoles horizontales» ayudan a
reunir a los
líderes de igual nivel para diversos fines. Wagner sugiere que
Pedro y Pablo
fueron ejemplos de «apóstoles verticales» en el Nuevo Testamento,
debido a la
naturaleza de sus respectivos ministerios y a las redes de la
iglesia que cayeron
bajo el cuidado de su pastorado. Por el contrario, Santiago, el
hermano de
nuestro Señor, fue un ejemplo de un «apóstol horizontal», ya que
reunió con éxito a los otros apóstoles en el Concilio de Jerusalén.16
Las categorías apostólicas incluyen: miembros de un equipo apostólico,
funcional, eclesiástico; apóstoles congregacionales; apóstoles de
convocatoria,
embajadores, movilizadores y territoriales; apóstoles del mercado;
y apóstoles por
llamado.17 Busque en el Nuevo Testamento cualquiera de
estas denominaciones
y descubrirá rápidamente que no están allí.
Sin embargo, la Nueva Reforma Apostólica está ganando terreno
rápidamente en el seno de la corriente principal de las iglesias
carismáticas y de la
Tercera Ola. Como un autor explica: «Es una creencia característica
de tales
iglesias nuevas que el Espíritu Santo está restaurando actualmente
los cinco
ministerios de Efesios 4.11: apóstoles, profetas, evangelistas,
pastores y
maestros. Sin embargo, la atención se centra en los ministerios de
apóstol y
profeta, porque el mundo evangélico ya estaba acostumbrado a los
ministerios del
evangelista, pastor y maestro».18 Wagner se complace en el
hecho de que el
Nuevo Movimiento Apostólico es parte del segmento de más rápido
crecimiento
del cristianismo, viéndolo como un signo de la afirmación divina.19
En base a este crecimiento, Wagner sostiene que un cambio enorme y
fundamental está teniendo lugar dentro de la iglesia; uno que
compara con la
transición del antiguo pacto al nuevo pacto.20 Él va tan lejos como para comparar
la Nueva Reforma Apostólica a los «odres nuevos» del nuevo pacto,
diciendo:
«Hoy hemos entrado en otro odre nuevo, al que yo llamo la Segunda
Era
Apostólica. Los cambios radicales en la forma de hacer iglesia no
se encuentran
al doblar de la esquina, ya están aquí con nosotros».21
Los que refutan la Nueva Reforma Apostólica son, en opinión de
Wagner,
como los fariseos: en vez de aclamar y bendecir el nuevo odre, lo
rechazan.22 Él
afirma, además, que los que se oponen a su nuevo movimiento están
bajo la
influencia demoníaca: «Satanás intenta impedir los nuevos tiempos
y las
estaciones de Dios enviando espíritus demoníacos del mal a
trabajar sobre todo
en nuestras mentes. Si tienen éxito, empezamos a pensar mal de los
nuevos odres
que Dios desea desarrollar».23 Por lo tanto, cualquier
persona que está en
desacuerdo con las premisas de Wagner —que él y otros líderes
carismáticos
modernos son «apóstoles»— resultan catalogadas de legalistas,
demonizadas, o
simplemente tienen demasiado miedo para abrazar una nueva era
radical en la
historia
de la iglesia.