lunes, 12 de noviembre de 2012

                                         DUREZA DE CORAZÓN


"El hombre que reprendido endurece la cerviz, de repente será quebrantado, y
no habrá remedio" (Proverbios 29:1).

La palabra hebrea para reprendido en este versículo se refiere a la enseñanza
correctiva y las palabras para decir sin remedio significan "sin cura, sin
posibilidad de liberación." Este versículo nos dice, en primer lugar, que la
dureza de corazón es el resultado de rechazar repetidas advertencias y hacer a
un lado todo el galanteo de la verdad. En segundo lugar, nos dice que con el
tiempo tal dureza se hace imposible de curar. Entonces, ¿quiénes son las
personas que más a menudo escuchan estas advertencias? Supuestamente ellos son
cristianos; son quienes se sientan en la casa de Dios cada semana a escuchar los
sermones de reprensión.

Usted puede preguntar, "¿Qué es exactamente un corazón duro?" Es uno que
determinadamente se resiste a obedecer la Palabra de Dios, es imposible de
mover e inmune a la reprensión y advertencias del Espíritu Santo.

La trágica verdad es que a pesar de escuchar los mensajes de fuego enviados
desde el cielo, multitudes de cristianos no practican lo que oyen. Se niegan a
permitir la entrada de Dios en ciertas áreas de su vida y mientras continúan
oyendo sin escuchar la dureza empieza a arraigarse.

Por el contrario, hay muchos pecadores cuya dureza de corazón ha sido curada.
Al principio maldijeron a Cristo y enojados sacudieron el puño en la cara de
Dios. Pero cuando oyeron el evangelio y sintieron el reproche puro y amoroso
del Espíritu Santo, sus corazones se derritieron. Ellos se arrepintieron y se
volvieron a Jesús.

La vida del hijo de Madalyn Murray O'Hair ilustra esto. Había sido criado
probablemente, en el hogar más ateo en América y más tarde trabajó para su
madre, en cruzadas contra Dios y la religión. Pero al oír el evangelio, fue
gloriosamente salvo y se convirtió en un ministro, predicando a Cristo en vez
de maldecirlo. La dureza de este hombre fue curable también porque él no se
había sentado bajo sermones de reprensión para continuamente rechazarlos.

En mi experiencia, el más duro corazón, la especie de los incurables o
irremediables, siempre han estado al alcance de la voz de la predicación
ungida por El Espíritu Santo. Tal dureza no existe en frío, en iglesias
muertas o formales donde el evangelio ha sido corrompido por generaciones. No,
siempre se encuentra donde una palabra pura se predica desde el púlpito y es
rechazada en las bancas.

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